domingo, 18 de mayo de 2014

Dos Noches de Verano — 30 — Clay: Liquido Negro

>Clay: Liquido Negro.

Me encontraba en una pieza pequeña del segundo piso, la de la puerta de marrón oscuro. Sin duda, debía ser el cuarto de huéspedes o donde dormía el perro en las noches de frío. Sabiendo que los demás tenían el resto de la casa cubierta, me relajé en la cama.
No había podido sacarme toda esa escena de la cabeza. Clara había matado a una sombra con un puto abrelatas, de nuevo. No podía unir ningún cabo suelto. Pero tampoco me animaba a abrir la boca para preguntar algo.
 Hace un par de días todo era tan perfecto, y ahora estamos en medio de este desastre. Me puse las dos manos en la cara y sacudí la cabeza. Recapitulaba todo lo sucedido y cada vez tenía menos sentido.
Tal vez la respuesta se encontraba en cómo estaba compuesto el abrelatas. Las balas eran de plomo, y los abrelatas de… ¿acero? No estaba seguro. No creía que la respuesta correcta estuviera en las posibles aleaciones del acero. El verdadero enigma corría por otro lado, ya que no tenía la más remota idea de que podían llegar a ser esas sombras. Me sentía apartado del grupo, sabía que los demás sabían más que yo. Pero elegía no preguntar.
Cuando volví a abrir los ojos, la luz se había ido.
Grité mi ubicación y fui bajando la escalera mientras me guiaba con la baranda. Fui tanteando la pared para poder llegar a la cocina. Había un zumbido en el ambiente, algo así como una aspiradora, muy cerca de mí. Lo ignoré totalmente. Seguí mi camino hacia la cocina, pero la pared se empezó a sentir viscosa. Apuré mi camino a la cocina y la luz volvió. Por Dios.
El líquido negro caía desde las paredes… y cada vez aparecía más. En el centro del living había algo. Cómo un punto que no podía mirar directamente. Sentí cómo mi corazón se subía a la garganta. Era lo más parecido a un infarto. Pude sentir como mi cuerpo se endureció de pies a cabeza por un instante, pero reaccioné con un grito y corrí hacía el living.
Cerré la puerta de un golpazo y puse un mueble para taparla. Por Dios, era demasiado.
Mi corazón latía demasiado fuerte; pensé que iba a explotar. Quería que mi pecho estallara de una vez y acabara en ese momento. Todos los demás estaban ahí. Miré a Clara y me la imagine empapada en mi sangre.
Bajé la cabeza y vi como el líquido negro empezaba a filtrarse por debajo de la puerta, despacio. Mi corazón se aceleró, si eso era posible. Pero Clara hizo que me relaje. Me miró a los ojos y levantó su mano. Tenía su abrelatas. Ella podía hacerlo. Fuera lo que fuera que hacía.
Limpié mi mano con un borde del mueble que había usado para tapar. Luego lo corrí, dejando pasar a Clara.
—Clay, ¿estás loco? —dijo Croft.
—Ella tiene el abrelatas, no hay de qué preocuparse —dije, con un tono mucho más seguro de lo que estaba.
Nick, Croft y yo miramos desde la puerta como Clara se acercaba a esa cosa. Alrededor del cuarto, el líquido negro no paraba de fluir por las paredes y de moverse. Era como si estuviera escribiendo algo, pero no podía distinguir nada. En ese cuarto las cosas parecían distorsionarse.
Clara se seguía acercando. Esa cosa era transparente, un círculo perfecto. Desde él, partículas negras aparecían continuamente, uniéndose y tomando una forma cada vez más humanoide, y la luz parecía gravitar hacía él. Todo el cuarto parecía deformarse en dirección al círculo.
Clara se acercaba dando un paso a la vez. Yo ya no tenía miedo. Estaba casi tranquilo; confiaba plenamente en ella (en su abrelatas). Mientras tanto, las partículas negras que surgían atrás del círculo empezaban a tomar una forma cada vez más notable.
—Vamos, Clara —susurré.
Ella ya estaba a un metro de distancia, tal vez medio. Entonces tomó el abrelatas con ambas manos en una pose rara, y rasgó al círculo de derecha a izquierda. Inmediatamente, líquido negro surgió del tajo como si fuera sangre. Esta empezó a fluir, muy lentamente.
El círculo transparente empezó a achicarse lentamente, haciendo más claro al cuarto. El flujo de líquido en las paredes empezó a bajar al suelo; se acumuló y ya llegaba a cubrirnos los pies. Frente a Clara, que miraba erguida, la figura negra estaba casi completa, y la obvia imagen de una sombra estaba por aparecer frente a ella.
El círculo seguía achicándose. Ella siguió inerte frente a él. Al final consiguió un diámetro, se consumió y desapareció, y las partículas negras cayeron al piso, junto a la sangre negra. El pequeño lago que teníamos dejó de sumar afluentes.
Clara tenía una sonrisa de seguridad en su cara cuando se dio vuelta hacia nosotros.
—Entonces… necesitamos una casa nueva, ¿no? —dijo, señalando a sus zapatos empapados—. No me apasiona la idea de dormir con una laguna de esto cerca.
—Sí… —dijo Nick, desanimado—. Tapamos todas las entradas y aun así aparecen estas cosas, Dios mío.
—Voto por irnos. Este lugar ya no me da buena espina. Ya saben, por esa puta laguna de líquido negro —dijo Croft, como explicándonos—. Sí, bueno, eso. Vayámonos.
—Sí, vayámonos —concluyó Clara—. Aunque muero de hambre.
—Podríamos quedarnos a comer… yo también muero de hambre —dije. Nick y Croft asintieron—. Y ya que estamos, podríamos descansar acá… —pero no pude terminar la frase.
—No —dijo Croft.
—No —repitió Clara.
—Escuchen, descansar un poco —insistí—. Tirarnos en la cama un rato y luego salir. No es tan mala idea.
—Mientras no nos quedemos a dormir acá —dijo Croft—. Acepto.
Todos asintieron con la cabeza, y nos dirigimos a limpiar nuestros cuerpos lo más posible. El líquido negro se diluía fácil con el agua. Limpié mi mano izquierda, que era la única afectada. Clara solo tenía un poco en las manos. Croft y Nick solo se lavaron por precaución.
Utilizamos el baño de abajo, que estaba detrás de la cocina y no había sido alcanzado por el líquido negro. Un desnivel llevo el líquido directo hacia una rejilla, y no tuvimos que preocuparnos por limpiar.
Me ofrecí a preparar algo simple. En la heladera encontré mucha más comida de lo que esperaba, aunque solo alcanzaría para una cena. Comeríamos bien una vez más. Los paquetes estaban perfectamente ordenados; parecía que los habían dejado especialmente para nosotros. Había cuatro comidas diferentes; solo faltaba un papel que dijera “Comida de Clay”; “Comida de Croft”.
Calenté las cosas en el microondas y las serví. Comimos rápido, sin decir una palabra.
Cuándo terminamos, Clara se levantó y fue a buscar algo que había en un cajón. Cuándo se acercó a la mesa se apareció con cuatro abrelatas idénticos al de ella.
—Hay uno de sobra, pero ahora podemos llevar uno todos. Aunque no tengo idea si estos funcionan…
De pronto abrió los ojos, y luego nos miró.
—¿Lo escuchan?
Como con los helicópteros, era la tercera vez en el día que Clara decía lo mismo. Me reí. Luego vi la cara de concentración de los demás y decidí escuchar también. Antes de que pudiera oír algo, los demás salieron corriendo hacia la puerta.
—¡Hey!
Me levanté rápido y salí tras ellos. Sin embargo, en la puerta choqué con la espalda de Croft, que venía retrocediendo.
—Mierda, mierda, mierda, mierda —musitaba.
—¿Qué pasa?
Nick y Clara querían entrar, y todos chocaron conmigo. Sobre el hombro de Nick pude ver por qué huían; era una de las bestias amasadas, compuesta de partes del cuerpo de varias personas; y estaba acercándose a la casa.
No quise imaginar qué podía llegar a pasar si semejante mierda alcanzaba a alimentarse de toda el líquido que teníamos adentro. Saqué mi pistola —la que había conseguido junto al auto baleado— y apunté a sus dos piernas. A pesar de tener más brazos, ojos, y pies de lo común, solo tenía dos pies. La bestia estaba a unos cinco metros todavía, y tuve tiempo suficiente para darle un tiro limpio en la rodilla derecha. No estaba acostumbrado a usar armas, y el disparo me sacudió, tambaleándonos a todos que estábamos apretujados en la puerta.
La deformidad se tambaleó, pero siguió cojeando hacía nosotros. Le di un tiro más en la otra rodilla. Con un gemido, la cosa cayó. Sin embargo, inmediatamente empezó a arrastrarse casi a la misma velocidad. Sentí una mano en mi hombro derecho y me giré. Era Croft, con su arma.
Ahora la bestia estaba muy cerca, y podía apreciarse mejor. Ese cuerpo grotesco no llevaba ropa, aunque la mayor parte de su piel estaba salpicada con manchas negras. Croft hizo otro disparo ensordecedor y le dio en un ojo, y por fin logró entorpecer su marcha. Ya no podía vernos, aunque insistía en avanzar con cierta torpeza.
Clara salió corriendo hacía el auto. Yo cerré la puerta de la casa; no quería que esa cosa toque el lago de líquido negro.
—¡Vamos! ¡Al auto! —exclamé.
No tardamos en estar todos adentro. Esta vez Nick fue al asiento del conductor; todos parecían más apurados de lo normal.
Entonces pude escuchar otro sonido metálico. El sonido flotaba débilmente sobre nuestras cabezas. Hablé antes de que Nick girara la llave del auto.
—¿Helicópteros? ¿Eso era lo que habían oído?
—Sí. No podemos perderlos esta vez —dijo Nick, y encendió el auto.
—Clara, ¿qué hora es? —pregunté.
—Las diez de la noche.

Dejé caer la cabeza contra el asiento. Solo teníamos que aguantar dos horas más para librarnos del destino escrito.

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