Silencio.
Silencio y nada más.
Era irónico
como no podía concentrarme en leer porque había demasiado silencio. Silencio de
verdad. En toda mi vida en la ciudad siempre había estado el ruido de autos
lejanos de fondo; de perros ladrando o de algún aparato en la casa. Ahora, si había
algún ruido era tan bajo que lo ocultaba mi propia respiración.
Ya entendía
algo de la letra de Henry, y había leído lo necesario de su diario (que, en
realidad, era más bien lo contrario de un registro pasado). Uno pensaría que
leer algo así sería sorprendente. Para mí, era una de las cosas más deprimentes
que había visto, después de lo que había pasado con mi familia. El momento en
que conocí a Henry estaba relatado hasta el último detalle. Y todo era cierto.
No era una especie de predicción vaga tipo Nostradamus que se podía interpretar
de una u otra forma. Eran hechos concretos y específicos.
Había
diferencias, claro. La primera es que las cosas que metía en su mochila eran
pocas. Extrañamente, no había mención alguna de un abrelatas. Podía haber traído
una navaja suiza o un cuchillo de carnicero; eso habría sido más útil. Pero no;
trajo un abrelatas aunque había tenido dos días para prepararse.
La
segunda diferencia era nuestro primer encuentro con un deforme. Ahí relataba
que la bestia lo golpeaba. Como me había contado, él se había anticipado al
golpe, y se enterró esa maldita astilla por eso.
Lo que
pensé mientras leía, y lo que me deprimió, es que Henry había sido la única
persona en el mundo, quizás en la historia, que había podido cambiar su
destino. Todo lo que los demás vamos a hacer ya estaba establecido, aun cuando
creíamos tomar decisiones. Henry había podido ver el futuro y elegir si seguir
su camino o no. El resto de las personas no teníamos esa opción.
Aun así,
no parecía que él realmente usara su habilidad. No era un multimillonario, ni
el dueño del mundo, ni nada por el estilo. Aunque también había dicho que solo podía
ver los eventos de una semana. ¿Cuantas cosas importantes pasaban en siete días?
Pero no podía saber sus razones.
Continuando…
Después
de que llegábamos a la casa, Henry había escrito que un monstruo nos atacaba
durante la noche. Henry usaba el hacha, Croft las pistolas, y yo escapaba abajo
a buscar las ramas y un cuchillo pequeño, pero no se me ocurría lo del ácido.
Clay todavía no se nos sumaba y no había abrelatas, naturalmente. Croft sufría
una herida en la mano, pero no se infectaba con el líquido negro. Creo que acabar
con esa cosa nos costaba más trabajo en el diario.
Luego
de eso parecía haber calma. Se cortaba la luz afuera. Unos sujetos tocaban la
puerta, pero Henry y Croft los hacían irse. Después algunas criaturas se
acumulaban afuera y trataba de entrar otra grande, pero no lo lograba.
Hasta ahí
llegue. Era más que suficiente para demostrar que lo que me dijo Henry era
cierto. Que íbamos a morir el día siguiente, pero que ahora que todo había
cambiado, podíamos salvarnos. Sí, ahora creía que el futuro estaba determinado.
Pero también creía que si lo intentábamos con lo que sabíamos había una
oportunidad. Teníamos que hacer las cosas para que ocurran en primer lugar.
Pensé
en despertar a los otros para contarles sobre todo esto, pero quizá iba a ser
mejor no molestarlos. Mañana sería un día horrible y ese podría ser el último
momento en el que podremos descansar.
Se abrió
una puerta, de pronto, y escuche pasos que bajaban por la escalera. Se oía todo
muy claramente, y note que era Clay el que se había levantado. No era mi opción
preferida para contarle todo esto, no después de lo del atropello, y temí que
pudiera considerarme loca o algo. Pero esa era evidencia muy clara. Era imposible
decir que dejara dudas.
Fue
llegando a la escalera cuando escuche golpes. No de afuera, si no que de
adentro de la casa. Clay estaba golpeando una pared con mucha fuerza. Di media
vuelta y volví a mi habitación, rápido pero sin ruido. Hablar con él en ese
momento no era una buena idea.
Con el
oído pegado a la puerta, oí que el agua del baño corría por un momento, y luego
Clay volvió arriba. Daba pasos pesados y lentos, como si estuviera cansado o
drogado. Siguió caminando, y me pareció que pasó su habitación, pero no estaba
segura. Lo último que oí fue el sonido de ropa frotándose contra una pared. No supe
qué era, pero luego de eso volvió el silencio. Por un instante.
Oí un
ruido de afuera, y la luz se cortó de improviso. Me sobresalte, claro, pero luego
recordé. «Obvio.» La oscuridad era profunda, al igual que el silencio; una
profundidad que no debía existir en una ciudad grande. Daba la impresión de que
no había nada más que el suelo en el que estaba parada. Al poco tiempo la luz volvió,
pero era mucho más débil que antes.
Miré
por la ventana. Las luces de la calle seguían apagadas. La única iluminación
era la que se filtraba desde las tablas de nuestra casa. Apagué la luz de mi
cuarto y, con cuidado de no golpearme contra un mueble, volví a la cama. Era
bastante cómoda y grande. Había llegado a sentirme un poco culpable por
quedarme con la matrimonial, pero no me preocupé por eso. Más de uno tenía que
terminar durmiendo en el piso, de cualquier forma. Me metí con zapatillas y
todo, por si acaso, y trate de dormir. No tuve mucho éxito. Solo me varias vueltas
y descubrí que dormir con zapatillas era incómodo.
Creo
que quizás dormí un minuto o dos. Luego pensé estar soñando aun, pero escuché
la voz de un hombre desconocido. Esto no me importo mucho, realmente, pero luego
hubo un disparo. A eso sí le puse atención, y a los varios ruidos que
siguieron. Luego de unos segundos de confusión entendí que había una pelea
abajo. Me levanté a la vez que oía pasos apurados en la escalera y se abría una
de las puertas.
—¡Nick! —oí
claramente. Cuando miré al pasillo, había manchas de sangre que llevaban a la habitación
de Clay.
Nick salió
de su habitación, debiendo tener tantas preguntas como yo. Corrimos al cuarto
de Clay y nos encontramos a Croft tirado en el suelo, sangrando de la mano.
Casi
de la nada, tres sujetos subieron por las escaleras. Los tres se movían rápido
y estaban armados. Clay salió del cuarto para ponerse junto a nosotros, y nos
quedamos los tres detenidos frente a los intrusos. Ellos se dijeron algo entre sí,
y el del bate corrió hacia Croft. Nick fue tras él.
—¿No
es esa nuestra pistola sin balas? —dijo Clay en voz alta, luego de unos
segundos. El sujeto gruño molesto. Saque el abrelatas de mi bolsillo, y lo
agité de manera amenazante para que no intentaran nada.
El
sujeto del cuchillo se rio y el otro me lanzó el arma vacía a la cabeza. Me
cubrí con la mano, y al siguiente momento los dos venían corriendo hacia mí.
Clay saltó en medio y le tomó el brazo al del cuchillo, tratando de quitarle el
arma. Mientras tanto, el otro empezó a tirar a Clay y a golpearlo por atrás. De
pronto, Nick apareció con el sujeto del bate, desarmándolo. No tarde en tomar su
arma, y fui a ayudar a Clay.
Le di al
sujeto que le tironeaba en la cabeza. Pero no fue fuerte; había dudado. El tipo
se giró hacia mí, dándome un puñetazo. El del cuchillo se las arregló para
golpear a Clay contra la pared, tirándolo al suelo, y luego desapareció.
El
tipo que me había golpeado agarró el bate y trato de quitármelo, pero me aferre
a él con todas mis fuerzas. El sujeto me empujo contra la pared y empezó a
patearme. De alguna forma no solté el bate, y aguante hasta que Clay se levantó
y me sacó al tipo de encima. Recuperé mi bate y volví a golpearlo, esta vez sin
remordimientos. Para finalizar, Clay lo lanzó de cabeza contra la pared.
Nick
seguía ocupándose del tercer tipo, así que solo quedaba el del cuchillo. Este no
tardó en aparecer, corriendo hacia nosotros. Clay me pidió el bate y, cuando el
sujeto se detuvo al darse cuenta, Clay lo golpeo desde arriba. Trató de
defenderse con el antebrazo, pero me pareció escuchar que algo se quebraba. Lo
derribe con una patada en el estómago, y me quedé con su cuchillo ensangrentado.
De un
momento a otro, el ambiente cambio. Pero no podía entender por qué. Se había
puesto a llover afuera, pero no era eso. Clay también lo notó… y luego
escuchamos hachazos viniendo desde la habitación de Clay.
Entramos
corriendo, temiendo por Nick, pero era él quien estaba cortando el cuerpo del
intruso. Parecía cruel, pero ese cuerpo no era normal. Su sangre… era negra.
—Nick,
¿qué demonios...? —dijo Clay.
—Se está
transformando —dijo Nick, sin dejar de atacar—- No voy a dejar que se
levante a atacarnos.
Nick siguió
cortando hasta que el cuerpo del sujeto no era más que una enfermiza masa
descuartizada.
—Nick
—musité—. Ya para.
—Con
los primeros quince hachazos fue suficiente —dijo Clay.
Nick
dejó caer el hacha y miro al cuerpo unos momentos.
—¿Estas
bien, Nick? —pregunté—. Te ves… mal.
—Sí,
creo que me apuñalaron en la espalda…
Corrimos
detrás de Nick. Efectivamente, tenía una herida en la espalda, y aun salía
sangre.
—Dios…
—dijo Clay.
—Estoy
bien, estoy bien... —dijo Nick, aturdido.
Se acercó
a la cama de frazadas de Clay y se sentó, con la cabeza apoyada en las rodillas.
Me acerque a revisar a Croft... solo tenía la herida de la mano, que ya no
sangraba tanto. No parecía tener nada más.
—Vienen
por nosotros —susurró Nick, de pronto.
—¿Eh?
¿Quiénes? —Dijo Clay—. ¿Los monstruos?
—Sí… Los
que están en el techo.
Clay y
yo pusimos atención. Lo que oíamos no era lluvia. Estábamos ocupados cuando
había empezado, y por eso no lo habíamos notado. Pero la diferencia era clara. Había
algo en el techo, arañando, tratando de entrar.
Me
acerqué a la ventana e intente mirar afuera, pero solo había oscuridad. Aun así,
se sentía la presencia de algo; ese cambio en el ambiente cuando el intruso
atacado por Nick se transformó.
Me
alejé de la ventana. No quería estar cerca de ella.
Oímos
un grito desde pasillo.
Clay
se asomó a ver, y pasó corriendo. Cuando volvió, había recuperado el hacha, y
se veía preocupado.
—Es el
que tenía la pistola. Se transformó y está devorando a su amigo —nos dijo,
mientras le pasaba el hacha a Nick y se preparaba con el bate. La sola idea de
un deforme alimentándose me hacía sentir enferma.
Lo que
había en el techo empezó a hacer más ruido. Estaban arañando más fuerte.
Nick
se levantó y se puso junto a la puerta con Clay, esperando al monstruo. Yo me arrimé
a Croft y con algo de esfuerzo, ya que
pesaba, lo levanté y lo alejé de la puerta. Lo dejé en la cama improvisada y me
preparé con el cuchillo, detrás de Nick y de Clay.
Pero
el monstruo no vino. Cuando terminó de comer se fue rápido en la otra dirección.
—Pero,
¿qué...? —dijo Nick.
Salimos
al pasillo a ver qué pasaba. Solo había un rastro de sangre que llevaba al
cuarto matrimonial. Nos acercamos con cautela, moviéndonos despacio… Hasta que oímos
el sonido de una tabla golpeando el suelo. «Mierda»,
dijimos los tres.
Nos
apresuramos en entrar a la habitación. Allí, el intruso estaba arrancando las
tablas de la ventana. Su cuerpo ahora era enorme y atrofiado, y se movía con
los gestos de un animal. Afuera, algo que no podíamos ver empezó a golpear el
vidrio. El alterado ya había liberado la mitad.
Clay y
Nick corrieron hacia la bestia. Esta se giró y detuvo las armas con sus manos,
recibiendo un corte grande por el hacha. Pero no mostro ningún dolor, y empujo
a ambos lejos, quedándose con el bate de Clay. Usé el cuchillo y traté de
apuñalar al monstruo, pero me vio y apenas pude esquivar al bate.
El
vidrio empezó a quebrarse.
Clay
se alejó, con el monstruo detrás de él. Levantó el bate de nuevo, pero Clay alcanzó
a agacharse, por lo que el golpe dio contra la pared y se rompió en pedazos. Me
lancé sobre el monstruo una vez más, logrando enterrarle el cuchillo en el
cuello. Empezó a sangrar ese líquido negro, pero continuó en pie. Y seguía
blandiendo lo que quedaba del bate, que ahora mostraba una punta filosa.
Se escuchó
una quebradura.
Nick empezó
a enterrar su hacha en la cabeza del monstruo, dándole repetidas veces, y al
final cayó al suelo. Ya no se movía.
Entonces,
el vidrio estalló, y pudimos distinguir lo que trataba de entrar.
Clay
me empujó fuera del cuarto, justo cuando montones de aves negras entraban por la
ventana. Me apoyé en la pared contraria para no caerme, y Nick cerró la puerta
del cuarto.
—¡El
cuaderno! —grité.
Lo había
dejado en el mueble al lado de mi cama.
Adentro
podía oírse el revoloteo de las aves. Se golpeaban contra las paredes. Arañaban
todo como habían hecho con el techo.
—El
cuaderno de Henry está adentro…
—¿Cual
cuaderno? —me preguntó Clay.
—No
podemos entrar ahí, nos van a matar —dijo Nick, adivinando lo que estaba
pensando—. Dalo por perdido.
—No.
No... —balbuceé.
—Estamos
vivos, Clara —dijo Clay—. Eso es lo que importa.
Pero no vamos a estarlo…
—No es
el momento de relajarse —dijo Nick—. Hay que ir abajo a cerrar todo. Por algún
lado debieron entrar aquellos tipos…
Clay
me incitó a que los siguiera. Una vez abajo, vi de donde habían venido todos
los ruidos que había escuchado. Objetos tirados por el suelo, la mesa de
cristal estaba hecha pedazos. La puerta abierta de par en par, con la
ventanilla rota...
Y en
el living, una persona.
—¡Eh!
¿Quién está ahí? —exclamó Clay.
Era un
chico. Parecía tener 17 y estaba manoseando la mochila de Henry. En cuanto nos escuchó
se giró hacia nosotros, asustado.
—¿Venias
con los otros? —pregunto Nick, enojado, con el hacha aun en mano.
El
chico salió corriendo hacia la puerta, sujetando la mochila. Corrí tras él, y
lo alcancé llegando a la calle. Le quité la mochila de un tirón, y entonces
sacó una navaja.
—¡Entrégamela!
—gritó.
—Pero,
¿qué te pasa? —dije, alejándome de él y sacando mi propio cuchillo. Dio un
paso adelante, pero empezaron a llegar las aves.
Nos
atacaron con las garras de sus patas. Me di la vuelta y corrí de vuelta a la
casa, cubriéndome la cara. Atrás, el chico gritaba mientras las aves caían
sobre él.
Nick cerró
la puerta tras de mí, y Clay usó una escoba para golpear a las dos aves que me habían
seguido. Una vez aturdidas, Nick finalizó una con el hacha, y Clay inmovilizó a
la otra. Nick se acercó y le cortó la cabeza, pero siguió aleteando.
—Debe
ser hija del pollo Mike —dijo Clay, mientras Nick la remataba. El ave dejó
de moverse, y empezó a sangrar negro.
Ambos
se giraron hacia mí y me revisaron las heridas del brazo.
—¿Estas
bien?
—Sí.
No pasa nada —susurré. No estaban preocupados por mí, sino porque no me
transformase. Me observaron un poco más, hasta que el sonido de un vidrio trisándose
llamo su atención. Venia de la ventanilla de la puerta. Rápidamente clavamos
una tabla más para cubrirla.
No
quedaba nada más. Nos relajamos un poco, tanto como la situación lo permitía, y
subimos a ver a Croft. Seguía inconsciente. Lo cargamos a la habitación de
Nick, por el hecho de que ahí no había un cadáver, y nos encerramos a esperar a
que las aves se fueran. Íbamos a tener que cambiar de casa. No iba a ser
agradable vivir donde había habido muerte.
Nos
curamos las heridas y las cubrimos. No había terminado la noche y ya estábamos
en este estado. ¿Cómo podíamos esperar llegar a la mañana? Y según Henry, ni el
día siguiente iba a ser suficiente…
Había
perdido el cuaderno. Lo que necesitábamos para sobrevivir… lo había perdido.
Henry había dicho que también había escrito una lista de características de los
monstruos; predicciones de los ataques del día siguiente...
Había
perdido demasiado.
¿Porque
había ocurrido eso? En el cuaderno, esos tres tipos no entraban en la casa. ¿Qué
había cambiado? ¿Fue algo que Croft dijo? ¿Qué Croft no dijo? Mucho había
cambiado solo porque Henry ya no estaba.
Croft
se despertó a los pocos momentos. Cuando Nick terminó de explicarle lo que
había pasado, me decidí a hablar. Tenía que explicar lo de Henry, por qué el
diario era tan importante. Tan bien como pudiera.
No
dijeron nada mientras hablaba. Me escucharon en silencio. Cuando terminé, solo
se miraron entre ellos.
—Clara...
¿estás bien? —dijo Nick.
—¿Qué?
—La
verdad, creo que la situación te está afectando —dijo—. Perder a Henry, Clay llegando
en su auto y la bala de Croft… y todo lo demás.
—Les
estoy diciendo la verdad. Si no lo dije antes fue porque yo tampoco estaba
segura.
—Em…
—musitó Croft—. Clara, lo que decís es, tipo, lo que dicen los volados de la
tele cuando hablan de los ovnis y las pirámides.
—No,
no estoy alucinando —dije— Les hablo en serio...
Nick
no parecía divertido.
—No
podemos tomarte en serio cuando hablas de predecir el futuro y declaras que nos
vamos a morir porque Henry lo dijo —soltó un resoplido—. Henry estaba afectado
en esos últimos minutos.
—Me
parece infinitamente más creíble pensar que el estrés te está haciendo mal
—concedía Croft.
Clay
estaba sin decir nada, solo mirando al suelo. Lo miré, sosteniendo algo de
esperanza.
—Clay,
¿vos que decís? ¿Me crees? —le pregunté. Él levanto la cabeza.
—Em,
esto… —Clay se detuvo un momento—. Pues concuerdo con Nick y con Croft.
Todo eso no me parece bien.
Se
hizo un silencio entre todo el grupo.
—Ya
veo —dije.
—No te
culpamos, Clara —dijo Nick—. Solo descansa un poco y pensá bien...
—Quizás
el cuaderno siga en una pieza —sugerí—. Al menos puede quedar la parte importante.
En ese caso, vamos a poder ver…
—Pues
me gustaría mucho ver eso, aunque bien podrías haberlo escrito vos. —Sentenció
Croft.
—El
libro tiene varias predicciones, y todas se cumplieron. Solo sería cosa de que
veas...
—¿Se cumplieron
todas? —dijo Croft— ¿Entonces por qué no nos avisaste antes de que nos ataquen
unos hombres? Me habría ahorrado todos esos golpes…
—No
funciona así. Se suponía que Henry iba a seguir vivo, y por eso cambio todo.
Estaba escrito que esos hombres se iban luego de llegar…
—Ah,
claro —interrumpió Croft—. Qué conveniente, ¿no?
—…Porque
eran vos y Henry quienes les decían que se fueran. Ahora imagina que hubieran
sabido que éramos más de dos. ¿Habrían entrado?
—Bien
pensado, pero eso no significa nada. Como los que creen en fantasmas, siempre
hay excusas. No tengo porque creer tus desvaríos hasta que vea uno cumpliéndose.
—Solo
descansa, Clara... —dijo Nick.
Traté
de recordar lo que había leído. Si podía predecir alguna cosa, quizá iban a
creerme. Henry sabía que las aves llegarían, y luego de eso...
—Va a
venir un monstruo y va a golpear las paredes desde afuera. Va a tratar de
entrar, pero no lo lograra.
—¿Eso
es una predicción? —dijo Nick.
—Em,
predecir que va a llegar un monstruo es como decir que va a llover en Londres
—dijo Croft.
Mala
idea. Pero aun recordaba lo que había dicho Henry.
—Y… Y…
Mañana al medio día el agua va a salir como ese líquido negro.
Los
chiquillos solo me miraron desganados. No dijeron nada. Me fui a mi rincón
sola, a esperar. Ya se iba a arreglar todo…
Luego
de una hora, más o menos, las aves dejaron de revolotear en el techo y cuarto
matrimonial. Nos levantamos y fuimos a nuestras habitaciones. Abrí la puerta de
mi cuarto lentamente, por si aún había algún ave. Los hombres se juntaron
detrás, no sé si por curiosidad o por si ocurría algo. Comprobando que no había
nada, la abrí completamente.
El
estado del cuarto nos reafirmó lo peligrosas que eran esas aves.
Las
paredes, el suelo, el techo, la cama, los muebles. Todo había sido arañado por
completo. Había pilas de aserrín en el suelo y un poco en el aire. La espuma
del colchón había sido arrancada, a pesar de las frazadas que había encima. A
unos centímetros de lo que alguna vez tuvo forma de mueble estaba el cuaderno.
O algunos pedazos de él.
Me
arrodillé a revisarlos. Aún tenía la esperanza de que quedara algo en una
pieza. Pero no. Todas las hojas habían sido hechas pedazos demasiado pequeños.
—…Todos
nos vamos a morir —susurré.
—Insisto.
Esto parece bastante conveniente —dijo Croft.
—¿Cómo
podes llamar conveniente a esto? —le grité.
—Es conveniente
que no podamos leer tu libro de predicciones.
—Clara,
insisto en que deberías tratar de dormir un poco —dijo Nick.
—No
estoy desvariando.
—Lo estás
—dijo Nick—. Digo, ¿predecir el futuro? ¿En serio?
—Si
hubiera podido sacar el libro…
—Solo
nos confirmaría lo que ya sabemos. —Hubo un poco de silencio, y finalmente
Nick suspiro.
—¿Qué
pensas, Clay? No dijiste nada.
—No me
importa mucho, la verdad —balbuceó—. Pero diría que… simplemente está loca.
—¡No
estoy loca! —le grité.
Se
quedaron callados un momento, y me di cuenta de cómo soné. Me levanté y me
quité el pelo de la cara.
—No
estoy loca —dije, con más calma—. Como les dije, mañana al mediodía
el agua va a salir con ese líquido negro. Entonces van a tener su prueba.
—Ugh,
como sea —gruñó Nick—. Creo que lo mejor será prepararnos para irnos a otra
casa apenas salga el sol.
Clay y
Croft asintieron, y salieron del cuarto. Miré los pedazos del cuaderno por última
vez, y salí cerrando la puerta. Fui al living, a recostarme en uno de los
sillones.
No sabía
cómo íbamos a morir. No sabía cuánto tiempo se retrasaría el equipo de rescate.
No sabía qué más podía suceder de entonces en adelante.
Quizá
todo había sido todo en vano. Quizá la muerte de Henry no había valido nada. Habría
sido mejor que hubiera escapado de la ciudad y se hubiera salvado él solo.
Lo más
probable era que fuéramos a morir. En el peor de los casos, convertidos en esos
monstruos. Para luego morir otra vez. Como mi familia.
Parecía
que lo había perdido todo menos la vida, y eso no duraría mucho.
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