Luego
de haber sido atacados por la noche decidimos bloquear las ventanas. Tapamos las
del segundo piso con tablas de madera, y me pinché un dedo. Con las del primer piso usamos muebles,
y me aplasté otro dedo.
Al
terminar la tarea y curarme mis deditos nos fuimos a dormir. O eso intenté. A las
dos horas de mirar el techo, me levanté y fui a buscar agua a la cocina.
Bajé
las escaleras lentamente para no despertar a nadie, y llevé mi pistola aunque
solo me quedase una bala. De todas formas, no era posible que entraran más
deformes; habíamos bloqueado todo. De hecho, apenas podía ver en la oscuridad
del primer piso. La única luz era la que entraba por la pequeña ventana de la
puerta.
—Oh —murmuré.
La poca luz que había desapareció cuando una silueta se proyectó por debajo de
la puerta.
Había
alguien del otro lado. Unos segundos después, la puerta se empezó a abrir despacio,
mientras corazón latía al máximo y me preguntaba ahora qué.
—Uh… —dijo
un hombre alto, mientras pasaba adentro y me miraba. Llevaba un bate en una
mano. Prepare mi pistola detrás de mí. El hombre se aclaró la garganta—. ¿Estás
solo acá?
—Sí —solté,
y no me dio tiempo de continuar cuando se lanzó hacia mí. Usó su bate, y me
tiro al suelo con el primer golpe. Gruñí
del dolor.
—¡Es
uno solo, entren! —gritó el hombre, mientras sacaba un cuchillo pequeño. Entraron
dos hombres más. Cada uno llevaba a algo para golpearme, aunque no sería
necesario, porque el cuchillo ya venía hacia mí.
No
tenía alternativa. Use la palma de la mano para parar el cuchillo, levante mi
arma y dispare en su pecho. El intruso se tambaleo hacia atrás, mientras yo me
ponía de pie hacia las escaleras.
—¡Ah,
mierda! —Gritó uno de los que habían entrado, mientras su amigo se desplomaba.
El otro me agarro antes de llegar a las escaleras, y me empujo. Caí sobre una
mesa de vidrio, rompiéndola en mil pedazo. Si eso no había despertado a los
otros, estaban muertos ya.
Exclame
de dolor, y apunte a los extraños con la pistola. No podían saber que estaba vacía.
—Fuera.
Fuera o disparo —dije, mientras me levantaba y me volvía a dirigir hacia las
escaleras.
Mi
acto no los asustó. Uno se puso a revisar a quien había disparado, y el otro
corrió hacia mí. Con un manotazo me quitó la pistola, y enseguida empezó a
tratar de dispararme. Salí corriendo hacia arriba.
La primera
habitación era la de Clay. Me saque el cuchillo de la mano, haciendo que varias
gotas de sangre cayeran al suelo. Clay ya estaba despierto, y me preguntó qué pasaba.
—Abajo….
Gente… Vienen para acá —balbuceé. Estaba agitado; sentía que el corazón se me
iba a salir. Obviamente, la mesa de vidrio no había ayudado. Podía sentir como
me mareaba más y más, hasta que todo se puso oscuro.
Lo
último que vi fueron los pies de Clay sobre una mancha de sangre.
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