Nadie estaba esperándolo. Nadie pudo prepararse,
nadie podía prevenir algo así.
Había empezado dos días
antes.
El domingo todo había sido normal. Me había
encontrado con Jack, nos juntamos a tomar algo y volví a casa un poco borracho.
Sabía que no podía presentarme en el trabajo en malas condiciones, así que me había
vuelto del bar temprano. Eso había sido todo. Entonces, así como así, al día
siguiente se desencadenó todo. Pasó de un momento a otro, como cuando el
despertador interrumpe un sueño placido.
Estaba en el quinto piso de las oficinas de
Lagorod, haciendo papeleo. Había dejado mi último trabajo por el bien de mis
nervios, pero la Ciudad había sabido encomendarme el trabajo que más se
ajustaba a lo que necesitaba. Una oficina, un lugar que siempre sería
tranquilo. Y pagaba bien; Lagorod era la empresa más importante de la ciudad.
Pero ese día no era tranquilo. Noté que todos se
habían puesto de pie y estaban corriendo, alejándose de la puerta del ascensor.
No podía entender que pasaba, pero me levanté también. Todo era un tumulto.
Entendía que había una emergencia, pero, ¿qué…? De repente, más gritos. Alguien
puso una mano sobre mi hombro. Mi compañero del cubículo de al lado, hablándome
por sobre los gritos. Exclamó que buscáramos otro camino… que esas cosas
también estaban atrás.
—¿Quiénes están atrás?
Pude ver la respuesta yo mismo. Un grupo de
personas cayeron al suelo, y presencié lo que les había saltado encima. Gente deforme, errónea, como vistas en
un espejo de circo; con pedazos carnosos sobre el cuerpo y extremidades
deformadas; estaban estirados, fundidos o contraídos tanto que ni siquiera
parecían personas en ese punto. A una de ellas le faltaba todo el rostro, y su
cuello se unía a su hombro como si su piel se hubiera derretido. Otra tenía un
brazo excesivamente largo; llegaba hasta el piso y parecía en descomposición, atravesado
por un agujero que dejaba ver la oficina del otro lado. Se movían como animales
salvajes, rabiosos, y perseguían a la gente con furia. Tiraban mesas y sillas
en su camino, y todo el mundo corría. Sin entender aun qué estaba pasando, me
di vuelta y empecé a correr hacia la puerta de las escaleras. Concentrado solo
en mis pies, empezaron a llegarme más sonidos de mis alrededores… sonidos que
venían de afuera del edificio. Gritos. La gente abajo estaba gritando. Por un
instante desesperado pensé en quedarme en las oficinas, pensé que abajo solo
habría más salvajes. Pero logré entender que ahí íbamos a estar encerrados.
Salté por encima de una mesa y crucé el espacio hacia la salida.
Tomé las escaleras. Noté que alguien me llamaba al
celular, pero lo ignoré. Quería ignorarlo todo. No parecía haber nadie en las
escaleras, y empecé a bajar… hasta que vi a un hombre que parecía haberse caído
en un apuro. Me acerque a él. Estaba boca arriba, sin moverse. Muerto. Lleno de
pánico, mi mente llegó a preguntarse si pudo haber muerto solo por un tropiezo,
y entonces miré la gran herida en su cuello, y mi mano se empapó con su sangre.
Bajé corriendo, solo corriendo hasta llegar abajo y abandonar el edificio.
Justo como había escuchado, las calles estaban
peor. Una masa de gente llenaba el camino corriendo, con esas cosas saltando sobre
los autos y las personas. Como tigres con piel humana. Saltaban sobre las
personas y las despedazaban, como indignados ante los que podían seguir siendo
normales… ¿De dónde habían salido? ¿Qué había pasado? No podía entenderlo.
Bocinazos de autos, estruendos y más alaridos cubrían la escena y me hacían
perder el juicio. ¿Qué hacer? Seguí corriendo. Solo corrí, corrí y corrí,
ignorando a las personas muriendo a mí alrededor.
Antes de que me diera cuenta el sol se había
escondido. Me había ocultado en una estación de servicio, esperando a que la
situación se calmara. Todo fue un frenesí de caos durante las primeras horas,
pero las criaturas parecieron calmarse medio día después. Y tomaría un día más
para que las autoridades entraran en acción. De repente, mi celular volvió a
sonar.
Era
Jack. Se encontraba bien. Contesté el servicio de mensajería.
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JD: nik
JD: nick
NS: ¿Jack? ¿Dónde estás?
JD: en un refugio
JD: podes creer lo que paso?
NS: No. Esas personas… aquellas cosas…
JD: si
JD: ya se. no son solo cosas, no pueden serlo
JD: nick
JD: tenemos que reunirnos
NS: Sí.
JD: siento que todo el mundo se fue al diablo. entraron
en mi casa
NS: ¡¿Qué?!
JD: si
JD: pero pude pasar por la estacion
JD: agarrar algunas cosas
JD: cosas como armas
NS: No.
JD: tengo una para vos
NS: No. No. Sabes que no puedo… No voy a usarlas.
JD: vas a morir
NS: Me parece bien.
JD: da igual. tambien agarre un arma de mano. eso también
sirve.
NS: Cielos. ¿Dónde estás? ¿Dónde podemos encontrarnos?
JD: ya va a anochecer. juntemonos mañana
NS: ¿Qué son…
NS: qué… qué paso?
JD: son criaturas del demonio
NS: ¿De que estas hablando?
JD: esto es un castigo, nick
NS: Jack, estás loco.
JD: no, es obra del señor
NS: No.
JD: de dios.
NS: ¡No! Estás loco.
JD: idiota…
JD: tnego que irme.
______________________________________________________
Y Jack
se desconectó.
Él y yo habíamos sido amigos por largo tiempo. Jack
trabajaba en la estación de policía, y yo había servido junto a él; no había
nadie en quien confiara más. Deseaba que el día siguiente llegara pronto para
encontrarnos, aunque lo último que había dicho me preocupaba un poco. Ese día
pasó sin más alarmas, sin que ningún desfigurado me encontrara.
Me encontré con Jack al día siguiente. Resulto que
el arma de mano a la que se había referido era un hacha; definitivamente no era
lo que había esperado.
Fue por esa tarde cuando dieron el anuncio: iban a
organizar un rescate en dos días. Iban a llevarse a los ciudadanos en helicópteros;
a todos los que llegaran a la zona norte de la ciudad. Ya sabíamos a donde debíamos
ir.
—Creo que entiendo a esas cosas —dijo Jack—. Te
persiguen si te les acercas, pero si no, se quedan pastando o algo así. Creo
que tienen que olerte.
—Hum. Sobre lo que dijiste antes… —dije.
—Estoy completamente seguro, amigo. Estas cosas
vienen de ahí abajo, del infierno.
Me quede mirándolo.
—Creo que… —empecé
a decir, pero Jack me interrumpió.
—Estoy completamente seguro. No son de la tierra. Hay
una extraña sensación cuando estas cerca de ellos… como un zumbido… que se te
mete en la cabeza y te revuelve los pensamientos…
—Basta. Deja de hablar. No quiero que sigamos con
este tema.
Jack debía estar fuera de sí. No podía ser cierto.
Traté de ignorar la idea, ignorar todo el tema. Era verdad que sentía un
malestar en mi estómago desde que todo se había ido a la mierda, y podía ver
que Jack también lo sentía. Esto me llenaba de terror, pero no podía
entenderlo, y quería dejar de pensar en ello. Seguimos camino sin hablarnos.
Por suerte, él era tan ágil como de costumbre. Comenzamos a movernos para arriba en
la ciudad, cruzando los autos sin detenernos, saltando sobre la gente tirada
sin mirarla, sin pensar en que eran cuerpos; avanzando como uno. Hacía tiempo
que había dejado la fuerza, pero aun recordaba mis instintos. Cada uno entendía
lo que el otro estaba pensando y actuaba acorde.
Pero no pudimos evitar a las criaturas por
completo. Estábamos cruzando una esquina cuando se nos apareció una, un hombre anciano.
Se paró frente a nosotros y rugió con una boca que sobresalía desde lo que
debía ser su cabeza, pero que no era más que un tumor encima de su cuello, una
protuberancia sin ojos ni nariz ni orejas. Por lo demás, solo parecía un viejo,
que usaba ropas de tela gastada que le quedaban grandes para su talla. Sin
esperar a más, Jack le disparó, pero el viejo ni pareció darse cuenta que tenía
dos agujeros más. Correteó hasta nosotros, y yo me corrí a un costado y clavé
el hacha contra esa boca que tenía. El filo se hundió en su piel, como si se
tratara de barro, y me invadió un hormigueo que me hizo temblar. Esa cosa soltaba
un pequeño murmullo, como un aaa perezoso… y su mano huesuda se acercó a mí…
Hasta que cayó al suelo, muerta, llena de agujeros de balas.
Yo empecé a retroceder mientras Jack buscaba en su
mochila para recargar sus tambores.
—¿Todo bien? —me
preguntó, sin levantar la mirada. Mi temblor estaba desapareciendo. Miré hacía el anciano. De su cuerpo fluía
sangre que parecía negra.
—Sí… sí. Me asusté por un instante, eso fue todo.
Vamos…
Jack me miró directamente.
—Ya te lo dije. —Declaró.
—Y yo dije que sigamos.
Continuamos nuestra ruta, y solo la interrumpimos
para buscar un lugar donde dormir. Veíamos bastantes personas por las calles, pero
todas eran discretas y evitaban mirar al resto. Todo el mundo parecía en
guardia o en shock; todos sabían que un movimiento en falso podía matarlos; una
criatura podía aparecer en cualquier momento.
Nos metimos en una casa y reposamos ahí. Usamos la
comida de adentro para cenar. Todo el
mundo estaba moviéndose a la zona norte, y muchas casas estaban vacías.
Durante la cena Jack me conto una historia.
—Todavía no te dije de esto —empezó—, pero yo estaba con un compañero de la
fuerza cuando todo empezó.
—¿…Murió?
—Sí. Pero por su propia mano, Nick. “Puedo
escucharlos…”
—¿Eh?
—“…Puedo escucharlos”, decía. “Puedo escucharlos
arañar, escucharlos tratar de entrar en mi”.
Dejé de masticar y apoyé el tenedor en el plato.
¿Qué estaba diciendo?
—Cuando esa gente monstruosa empezó a aparecer, y
la estación estaba llena de llamadas de emergencia, él empezó a hablar así. Y tras
eso, cuando no pudo aguantar más, se pegó un tiro.
Hubo un momento de silencio entre nosotros.
—Esto, todo esto, es algo que iba a pasar tarde o
temprano. Por voluntad de Él. Es todo lo que estoy diciendo.
Fuimos a dormir en cuartos contiguos, sin hacer
más comentarios. Salimos a la mañana siguiente, el último día hasta donde
llegaría Jack.
Solo faltaba una hora para su muerte cuando
encontramos otra de esas cosas. Saltaba sobre un cadáver, arrancando pedazos de
carne de tanto en tanto, como bañándose en la sangre. Lleno de repulsión, Jack
apunto hacia la mujer gorda y acabó con ella.
En ese mismo momento, otro apareció por detrás.
Era un hombre de pelo largo. Le faltaba camisa y
su estómago se expandía anormalmente, como si fuera a explotar. Eran
abominaciones, criaturas demasiado horribles para ser ciertas. Empezamos a
correr, el monstruo jadeando como un maníaco tras nosotros, corriendo en cuatro
patas. Sabiendo que no podíamos evitarlo por mucho más, crucé miradas con Jack
y nos paramos a la vez, mientras tensaba mi brazo con el hacha extendida. La
criatura se ensartó mi arma en el cuello y cayó hacia atrás, a lo que Jack
abrió fuego. Dejando un charco de sangre bajo él, seguimos camino.
Revisé mi reloj; eran la una de la tarde. Habíamos
llegado a la zona alta de la ciudad; solo faltaba esperar. Encontramos una casa
en una calle en subida. Tenía dos pisos y parecía sencilla, pero solo queríamos
un lugar donde quedarnos. Nos paramos frente a la puerta.
—¿Podes abrirla? —dije.
—Solo hay una forma de saberlo.
Asentí, entendiendo, y golpeé contra la puerta.
Para mi sorpresa, la madera vieja crujió y se abrió al momento, haciendo que
cayera al suelo del interior de la casa.
—¡¿Quién mierda son?! —gritó una voz.
Miré hacia arriba, al tiempo que escuchaba a Jack
martillando sus armas.
—¡No! —grité,
y pude detener a mi amigo.
No había porque disparar. En la casa solo había un
hombre normal, agitado con razón. Era un tipo de mediana edad, con una chaqueta
gris sobre un camisón blanco, y una nariz prominente. Se había agazapado contra
una pared, y exhibía una navaja en posición amenazante… aunque no lograba
inspirar ningún temor.
—¿Quiénes son? ¿Qué… qué hacen acá? —Preguntó el
hombre.
Jack bajó las armas y me miró. Le indiqué con un
gesto que todo estaba bien.
—Me llamo Nick. Él es Jack —dije—. Nada más
estábamos buscando refugio. Nosotros…
—¿También escucharon el anuncio? ¿El de venir a la
zona alta? —Preguntó el tipo.
—Así es —dijo
Jack—. Mira, nada más queremos
pasar el tiempo acá, eh…
—Croft. Díganme Croft.
—Solamente queremos esperar a que se haga mañana.
Como seguramente vos también… vos
también…
De repente, Jack cortó sus palabras. Se tomó la
garganta, como si hablar le costara, y su voz se hizo un gruñido. Entonces dejó
salir un grito. Soltó sus armas y se tiró al suelo, tomándose la cabeza. Empezó
a revolcarse, como si estuviera sufriendo espasmos, mientras su boca dejaba salir
gárgaras sin sentido. Croft y yo lo mirábamos impresionados.
Jack se arqueó hacia abajo, y su espinazo se marcó
en su espalda como si quisiera salir. Su codo izquierdo empezó a crecer, junto
con la piel que lo acompañaba, resultando en un brazo deforme… Comprendí, lleno
de horror, que Jack estaba convirtiéndose en una de esas cosas.
—L…Las armas… —dije,
casi en un susurro.
—¿Qu…Qué? —Pregunto Croft.
—¡Las armas! ¡Toma sus armas! ¡Tenemos que
matarlo! ¡Ya mismo!
Croft me miró alarmado, pero hizo caso y se tiró
al suelo por las pistolas. Las tomó, y mientras los balbuceos de Jack se convertían
en un murmullo… un murmullo que ya había escuchado antes… Croft apuntó hacia
él.
—Es uno de los mutantes… Es uno, ¿cierto?
—Tenes que disparar. Dispara, Croft —dije,
jadeando.
La mano de Croft temblaba, pero jaló el gatillo.
Jack estaba incorporándose despacio, casi junto a Croft, y recibió el impacto
de lleno.
Jack cayó al suelo, y no volvió a moverse. Un
charco de sangre empezó a salir de la herida y llenó el suelo.
Ninguno dijo nada por un instante.
—Jesús… —mascullé.
Se me cegó la vista, pero mantuve la compostura. Pude mantenerme en pie. Croft se
acercó a mí.
—¿Estas…? Eh… Uy, Dios…
—Estaba equivocado.
—¿Qué?
—Jack estaba equivocado. No son demonios. Está en
el aire… lo que esté haciendo esto tiene que estar en el aire.
Croft me miro sin comprender, y estiro sus manos
hacia mí. Tenía las pistolas en ellas.
—Son tuyas.
—No. No… no uso pistolas.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Es… es… No importa.
Miré hacia el cadáver de Jack una vez más. No
podía correr la mirada.
—Dios mío…
Lamenté la muerte de mi hermano, mientras me
preguntaba si cualquiera de nosotros podía convertirse en cualquier momento.
Y por encima de todo, sentí que ninguno iba a sobrevivir hasta el
rescate. No había manera de vivir en ese infierno. Pero Croft parecía sensato.
Apoyó su mano en mi hombro, y no agregó nada más.
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