Encontramos
un auto en medio del camino. Frente a él había dos muertos y un no tan muerto.
No era
ninguna sorpresa encontrar autos varados, aunque ese era el primero que estaba
lleno de plomo. El moribundo le dio su arma a Clara y señaló al norte, hacia
donde los helicópteros habían ido. Hacia donde marchábamos. Luego de eso no
duró mucho.
Clara me
tiró la pistola, desentendiéndose, y se fue a tratar de encender el auto. Me
puse a revisar los otros cuerpos; había un cuchillo y una pistola más. El auto
encendió y todos nos subimos. Le di una pistola a Clay y el cuchillo a Nick.
—Vas a
tener que arreglártelas con tu fierrito —le dije a Clara.
—Está
bien, las armas no me gustan y no tengo ninguna práctica —respondió, mientras
se subía atrás. Clay fue mi copiloto.
—Llevanos
al norte —dijo él.
El
ruido de las hélices había desaparecido; solo podíamos escuchar nuestro motor y
a los cauchos sobre el pavimento. Frente a nosotros se extendía una calle
vacía. El sol de la tarde ya empezaba a ocultarse, tapado por uno u otro
edificio.
Mientras
avanzábamos, una columna de humo negro empezó a levantarse por el cielo gris, poco
a poco. Nick comentaba con Clara sobre ello. Ya habíamos visto columnas de humo
antes, pero esa venia del norte. ¿Sería un helicóptero? Debía estar a unas diez calles.
—Qué
bueno que tenemos el auto —dijo Clay mientras hablaban atrás. La charla estaba
tornándose en una discusión.
—No,
Nick. ¡No vamos a morir! —gritó Clara, en el mismo instante en que una rueda explotaba.
Traté de mantener el control, pero íbamos muy rápido; lo suficiente como para que
el choque con un semáforo nos sacudiera de arriba abajo.
Me
golpeé la cabeza con el volante y quedé mareado por unos segundos. Cuando me
recuperé, los demás ya estaban en la calle. Clara estaba insultando mis
habilidades para manejar. Las discusiones habían parado, por lo menos.
Decidimos
seguir caminando hacia la columna de humo. Dejamos el auto atrás e hicimos unas
dos calles en silencio. El humo tapaba al sol sobre nosotros, haciendo que el
lugar pareciese más oscuro que nunca, y la calle estaba aún más silenciosa. No
había ni un grito ni un disparo. Solo nuestros pasos nos acompañaban hacia el
norte.
—Esperen
—dijo Clay—. ¿No íbamos hacia el norte?
Todos
nos quedamos mirando en silencio. Mirábamos hacía el humo negro, y el sol que
se escondía tras él. Estábamos avanzando hacia el oeste.
—¿Qué está
pasando acá?
Clara tenía
razón en preguntar, pero no tenía la menor idea.
No hay comentarios :
Publicar un comentario