domingo, 18 de mayo de 2014

Dos Noches de Verano — 22 — Croft: Conducir

>Croft: Conducir.

Encontramos un auto en medio del camino. Frente a él había dos muertos y un no tan muerto.
No era ninguna sorpresa encontrar autos varados, aunque ese era el primero que estaba lleno de plomo. El moribundo le dio su arma a Clara y señaló al norte, hacia donde los helicópteros habían ido. Hacia donde marchábamos. Luego de eso no duró mucho.
Clara me tiró la pistola, desentendiéndose, y se fue a tratar de encender el auto. Me puse a revisar los otros cuerpos; había un cuchillo y una pistola más. El auto encendió y todos nos subimos. Le di una pistola a Clay y el cuchillo a Nick.
—Vas a tener que arreglártelas con tu fierrito —le dije a Clara.
—Está bien, las armas no me gustan y no tengo ninguna práctica —respondió, mientras se subía atrás. Clay fue mi copiloto.
—Llevanos al norte —dijo él.
El ruido de las hélices había desaparecido; solo podíamos escuchar nuestro motor y a los cauchos sobre el pavimento. Frente a nosotros se extendía una calle vacía. El sol de la tarde ya empezaba a ocultarse, tapado por uno u otro edificio.
Mientras avanzábamos, una columna de humo negro empezó a levantarse por el cielo gris, poco a poco. Nick comentaba con Clara sobre ello. Ya habíamos visto columnas de humo antes, pero esa venia del norte. ¿Sería un helicóptero? Debía estar a unas diez calles.
—Qué bueno que tenemos el auto —dijo Clay mientras hablaban atrás. La charla estaba tornándose en una discusión.
—No, Nick. ¡No vamos a morir! —gritó Clara, en el mismo instante en que una rueda explotaba. Traté de mantener el control, pero íbamos muy rápido; lo suficiente como para que el choque con un semáforo nos sacudiera de arriba abajo.
Me golpeé la cabeza con el volante y quedé mareado por unos segundos. Cuando me recuperé, los demás ya estaban en la calle. Clara estaba insultando mis habilidades para manejar. Las discusiones habían parado, por lo menos.
Decidimos seguir caminando hacia la columna de humo. Dejamos el auto atrás e hicimos unas dos calles en silencio. El humo tapaba al sol sobre nosotros, haciendo que el lugar pareciese más oscuro que nunca, y la calle estaba aún más silenciosa. No había ni un grito ni un disparo. Solo nuestros pasos nos acompañaban hacia el norte.
—Esperen —dijo Clay—. ¿No íbamos hacia el norte?
Todos nos quedamos mirando en silencio. Mirábamos hacía el humo negro, y el sol que se escondía tras él. Estábamos avanzando hacia el oeste.
—¿Qué está pasando acá?

Clara tenía razón en preguntar, pero no tenía la menor idea.

No hay comentarios :

Publicar un comentario