Todos
nos quedamos mirando como Nick se alejaba, hasta que lo perdimos de vista tras
una esquina.
—¿Qué
acaba de pasar? —dijo Clay, sosteniendo el celular que le habían dado.
—Ya lo
oíste —dijo Clara—. Sigamos hacia el edificio.
Seguimos
avanzando; como si no hubiese pasado nada, cada vez más cerca del edificio
grande. Superaba en altura a todos sus vecinos, así que iba a ser ideal para
esperar nuestro rescate. Iba perdido en mi mundo, pensando en el agua negra de
la canilla. Eso duro hasta que el recuerdo me vino a la cabeza. Mire al resto y
explique las cosas.
Habíamos
dejado las pocas armas que teníamos en el local. No; Clara tenía el abrelatas
en el bolsillo. Maldito abrelatas.
—Sigamos;
no perdamos tiempo —dijo ella, poniéndose a caminar como si nada. Clay y yo la seguimos
atrás, sin más remedio.
La
torre estaba frente a nosotros. Se encontraba en una intersección en forma de
T, en una de las esquinas. Las otras esquinas estaban ocupadas por un pequeño parque
y otro complejo de oficinas, aún más pequeño.
Nos
faltaba menos de media calle. La ansiedad era obvia, palpable. Se escuchó un
pequeño roce y todos nos giramos, pero no había nada. La calle seguía vacía.
—¡Vamos!
—gritó Clara—. Ya estamos por llegar.
La fricción
sonó de nuevo.
—Ya
llegamos —dijo Clay, justo antes de que Clara empezara a correr hacia la torre.
Llegamos
al frente de la torre; unas escaleras daban a una puerta de madera. Tenía dos
vidrios oscuros en el centro que no permitían ver adentro.
Clara
llegó primero. Cuando la alcanzamos ella nos tiró una mirada; las puertas
estaban cerradas. Clay y yo nos lanzamos contra ellas, pero no cedían.
—¡No
abren! —gritó Clara, empujando. Pues claro que no iban a hacerlo. Me puse a su
lado, tiré y abrí.
—Adentro
—dije.
Estaba
oscuro. Apenas se filtraba un poco de luz del techo. Frente a nosotros una
pequeña mesa servía como recepción. A ambos lados de la mesa había puertas, y junto
a ellas escaleras que llevaban al piso superior.
Clara empezó
a subir por las escaleras de la izquierda, pero se detuvo cuando estábamos en
la mitad del camino. Estábamos por llegar a la segunda planta, que daba a un
gran pasillo de ascensores.
Desde esa
altura podíamos ver hacia la calle. Detrás de la entrada había una silueta;
parecía un animal acostado en la calle. Sin embargo, antes de que pudiéramos
ver bien la puerta se abrió, y Clay dio dos pasos hacia atrás.
—¿Nick?
—gritó Clara.
En la
entrada habían puesto una motocicleta. Nick nos miraba desde la puerta.
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